El mito de Londres como cuarto aliado de la Guerra del Paraguay

Gran Bretaña tenía injerencia en la región, y en el resto del mundo, pero su rol no fue determinante en la contienda, como afirman varias teorías conspirativas muy populares en la Argentina.

Un acontecimiento de gran importancia histórica explicado a través del accionar de un grupo poderoso, secreto y malintencionado. Las teorías conspirativas son tentadoras, a veces irresistibles. Ofrecen certezas y la representación de un mundo dividido entre los otros “malos” y nosotros los “buenos”.  Por si fuera poco obsequian al lector la sensación de formar parte de una élite iluminada, más iluminada que los propios conspiradores. Pero la historia, como la vida misma, se rige en gran parte por la contingencia, por lo inesperado. Hay un número casi infinito de consecuencias imprevistas posibles que escapan al control de los actores, que no son dioses, sino humanos.

La Guerra del Paraguay o Guerra de la Triple Alianza (1864-1870) tiene su interpretación conspirativa que podría resumirse en que se trató de una contienda orquestada por el Imperio Británico para destruir el desarrollo económico de un Paraguay, que hasta entonces era considerado como una potencia. Los aliados, Brasil, Argentina y Uruguay, aparecen como títeres del imperio.

Esta versión ha sido desarrollada hace ya varias décadas por autores inscriptos dentro de la corriente conocida como revisionismo histórico, y continúa hasta hoy repitiéndose en libros, discursos políticos y redes sociales. Podría decirse que se trata de la interpretación dominante sobre esta guerra en Argentina. Una visión que sin embargo, ha sido desestimada por numerosos académicos en los últimos años, quienes han ofrecido una lectura más atenta de las mismas fuentes y el cotejo de nuevos documentos.

El mito de Paraguay potencia autosuficiente.  Carlos Antonio López gobernó Paraguay por 20 años hasta su muerte en 1862. Durante su gobierno se produjo una apertura de la economía que incluyó la contratación de más de doscientos técnicos británicos y la adquisición de maquinaria también británica.

En su artículo Estado e industrialización: dos hipótesis y la evidencia sobre Paraguay, 1852-1870, el historiador Mario Pastore demostró que la política económica del gobierno de López apuntó a ampliar la capacidad agroexportadora. Esto permitió el desarrollo de una incipiente industria bélica y mejoras en transportes y vías de comunicación. Una fundición de hierro, un arsenal, un astillero, fortificaciones, mejoras en el puerto, el telégrafo, y el ferrocarril fueron los proyectos destacados. López realizó un intento frustrado de recurrir al crédito externo.

La fundición no pudo superar problemas técnicos y la producción no fue suficiente para construir rieles. El astillero se dedicó principalmente a remodelación. El ferrocarril no llegó a los 150 km originales proyectados. Aunque las exportaciones paraguayas se sextuplicaron durante la década de 1850 continuaron siendo pequeñas en comparación a las de Argentina. En su libro Gran Bretaña y la Guerra de la Triple Alianza Juan Carlos Herken Krauer y María Isabel Giménez concluyeron que no era posible sostener que se había tratado de un desarrollo autónomo cuando la tecnología y el capital humano eran importados y cuando para esa importación se utilizaban los ingresos provenientes de la agroexportación. Las técnicas utilizadas en Paraguay no eran las más modernas disponibles, ni el personal contratado fue el mejor calificado. En La Guerra de la Triple Alianza. Tres modelos explicativos, Diego Abente Brun demostró que las capacidades regionales de poder (exportaciones más importaciones e ingresos del gobierno) de Brasil eran mayores que las de Argentina, Uruguay y Paraguay juntas.

Brasil concentraba aproximadamente el 60% de esas capacidades que se incrementan aún más si se consideraba su poder militar. Era sin dudas la potencia regional.

En 1862 asumió Francisco Solano López. Algunos historiadores revisionistas sostuvieron que la guerra se hizo para obligar a Paraguay a proveer de algodón a Gran Bretaña. Pero fue el propio López quien buscó aumentar el cultivo de algodón para satisfacer la demanda británica, complicada por la guerra civil norteamericana, su principal proveedor. Un año antes del inicio de la guerra una pequeña parte de la producción de algodón paraguaya fue enviada a Inglaterra con buenos resultados.

La Guerra de la Triple Alianza comenzó cuando la guerra civil en Estados Unidos ya había terminado y Gran Bretaña ya había encontrado alternativas que podían satisfacer mejor su demanda, por ejemplo en Egipto. El modelo de crecimiento económico paraguayo no resultaba antagónico con los intereses comerciales de las potencias europeas. Paraguay cumplía perfectamente su rol de productor de materias primas. Según Josefina Plá, las manufacturas británicas eran aproximadamente un 75% de las importaciones.

Las intrigas diplomáticas. Aunque las relaciones entre el Imperio Británico y Paraguay nunca habían sido cordiales, las presiones por la libertad de comercio y navegación que habían llevado adelante Francia y Gran Bretaña desde la época del rosismo fueron fundamentales para la exportación de los productos paraguayos. El ministro plenipotenciario paraguayo Cándido Bareiro manifestó al comienzo de la guerra que el libre comercio era la política compartida por Paraguay y Gran Bretaña.

La mayor parte de los representantes británicos no tenía una opinión favorable sobre los López, a quienes consideraban gobernantes autoritarios. Paraguay había solucionado una disputa por los intereses de un comerciante británico, pero Gran Bretaña había decidido reducir el status de sus relaciones diplomáticas al no nombrar otro cónsul en Asunción y entablar su relación diplomática a través de su enviado en Buenos Aires. Esta situación encendió las alertas de los amantes de las teorías conspirativas, que sin embargo, desestimaron que la misma Gran Bretaña hubiera decidido cortar sus relaciones diplomáticas con Brasil, una medida mucho más abrupta que dejaba en evidencia un conflicto de intereses muy importante con quien sería uno de los aliados.

El representante británico en Buenos Aires, Edward Thornton, era muy crítico del gobierno de López y es señalado como el gran instigador de la contienda a partir del acuerdo de Puntas del Rosario de 1863. Lo cierto es que, sin los sucesos posteriores como la invasión brasileña, y sin la toma del buque Marqués de Olinda por parte de Paraguay, ese acuerdo hubiera sido solo otro tratado de paz de los varios que se produjeron durante todo el siglo en la región.

Otra “prueba” que se toma es la del propio Thornton, que en sus memorias escribió que  Puntas del Rosario había sido el antecedente de la Triple Alianza, lo que constituye una explicación teleológica y que en sí misma no prueba nada.

La corona británica tampoco obligó a López a tomar el buque brasileño. ¿Thornton pudo convencer a Bartolomé Mitre de la conveniencia de la alianza? Aun cuando hubiera sucedido así, eso no implica que la guerra la haya llevado adelante Gran Bretaña. Eso es subestimar y soslayar motivaciones de los actores locales y sobrestimar en cambio, el poder y la opinión de un diplomático.

La gestión de Thornton ante el bloqueo brasileño del río Paraguay fue nula y por lo tanto perjudicó los intereses paraguayos. Pero su mayor preocupación fue la suerte de los ciudadanos británicos retenidos en Paraguay, muchos de ellos técnicos que López necesitaba para la guerra. Gran Bretaña no tomó ninguna acción bélica para interceder por esos ciudadanos, como no dudó en hacer en otros puntos del planeta donde sus intereses se veían afectados. Más adelante otro representante británico propuso una mediación de paz que fracasó.

El negocio de la guerra. En 1865 López solicitó un préstamo por 5 millones de libras para construir un ferrocarril a Bolivia. Le fue denegado porque era un monto inédito y que tendría pocas posibilidades de ser devuelto. Los empréstitos que tomaron Argentina y Brasil con Gran Bretaña antes y después de la guerra fueron similares o incluso superiores a los tomados durante la contienda. En sus trabajos sobre la historia de la deuda externa en América Latina Carlos Marichal calculó que los empréstitos extranjeros, principalmente británicos, representaron solo un 15% y 20% del total de los gastos de Brasil y Argentina durante la guerra.

La política de neutralidad fue violada por el comercio de armas, pero no solo por Gran Bretaña sino también por Francia y Bélgica y así como la guerra es buena para vender armas es mala para vender otro tipo de productos. El potencial bélico de Paraguay se había desarrollado en gran medida gracias a insumos y técnicos británicos y no por ello se postuló que Gran Bretaña fue la aliada oculta de Paraguay para hacer de la guerra un plan de negocios. Por otra parte si se observan las cifras de la etapa posterior a la guerra, Paraguay quedó marginado de los flujos de capitales extranjeros. Las inversiones británicas en Paraguay para 1880 no superaban el millón y medio de libras lo que representaba menos del 1% del total de inversiones británicas en América Latina. En su reciente libro sobre la historia de las relaciones entre Gran Bretaña y Paraguay, Herib Caballero Campos sostuvo que la etapa de conexiones más estrechas entre ambos fue la anterior y no la posterior a la guerra.

Gran Bretaña tenía injerencia en la región como en el resto del mundo, pero su rol no fue determinante en esta contienda. No explica por sí mismo el inicio de la guerra ni su desarrollo. Cuando nos referimos a Gran Bretaña tampoco podemos asumir un ente monolítico sino que el Estado y grupos de poder privados como los bancos, la prensa y los comerciantes e incluso los mismos diplomáticos que en principio cumplían una función pública, actuaron de maneras diversas, no siempre coordinadas y muchas veces contradictorias. Sostener que Gran Bretaña no llevó adelante la Guerra de la Triple Alianza y que Paraguay no era una potencia no implica apoyar a los aliados ni desconocer el efecto destructivo que tuvo la contienda sobre la economía y sociedad paraguayas.

La guerra del Paraguay tuvo su origen en la disputa por la consolidación de los estados nacionales de la región. No fue la única contienda surgida a partir de conflictos territoriales, vías de acceso y recursos de la historia, por el contrario se trata de causas relativamente comunes. El efecto de guerra total sobre Paraguay sí fue excepcional, pero no precisa tampoco explicaciones conspirativas. Las guerras pueden durar más de lo previsto, las epidemias multiplican muertes, la obstinación de los gobernantes no colabora. La versión de la Gran Bretaña instigadora de la guerra conserva en Argentina una fuerza inusitada, que no tiene ni siquiera en el país que resultó vencido, Paraguay. Aunque proclama una superioridad moral, se trata de una versión que funciona como chivo expiatorio, que no asume que la guerra fue parte de la historia del país. No se trata de una historia escrita por los ganadores de la guerra como se suele denunciar. La historia no la escriben los que ganan, la escriben, la escribimos, los historiadores. La nacionalidad de los historiadores es un factor que no tiene por qué determinar el análisis, pero por si a algún lector le resulta relevante, la mayoría de los autores citados en esta nota son de Paraguay.

Secretismo

El tratado de la Triple Alianza tuvo carácter secreto. Establecía que la guerra no terminaría hasta derribar al gobierno de López y estipulaba las condiciones para repartir el territorio paraguayo entre los aliados. Fue la diplomacia británica la que decidió divulgarlo en 1866 en la prensa europea y provocó un escándalo en contra de la actitud aliada. Aunque algunos autores han querido interpretar una manipulación en esta acción, lo cierto es que la publicación volvió muy impopular la contienda de los aliados. Los opositores argentinos celebraron esta acción de la diplomacia británica. Cuando figuras como Alberdi o el caudillo Felipe Varela hablaban de enfrentarse al Imperio no se referían al británico. sino a Brasil. 

María Victoria Baratta, Diario Perfil, 23 de Febrero, 2019